sábado, 8 de marzo de 2008

"La naturaleza se muere como no hagamos algo"

Con estas palabras cerraba el discurso Aurelio Pérez, tras recibir el galardón "Pioneros 2007" de la Consejería de Medio Ambiente de Madrid. Quizás por el nombre no nos hagamos idea de quien es esta persona, pero si lo referimos al inseparable colaborador de Félix Rodríguez de la Fuente, seguro que lo recordaremos, en los múltiples programas de "El hombre y la Tierra", aquel cetrero que manejaba a las rapaces como nadie.
En la retina aun tenemos la imagen de un águila real llevandose a una cría de cabra montés en mitad de un risco. Como otras anécdotas, citar que él fue quien amaestró a la famosa "milana bonita" de Paco Rabal en la magnífica película de "Los santos inocentes".



En esta web podeis ver un resumen de su vida.


www.fida.es/02_portada/menu/video_aurelio_perez.htm


Aurelio Pérez ha escrito recientemente un libro autobiográfico, muy recomendable su lectura, llamado "El naturalista". Ya sólo el título deja clara la separación que éste hombre hace respecto de los ecologistas (que no es lo mismo ser naturalista que ecologista). Este soriano tan ligado a la naturaleza es un ejemplo de todo cuanto se puede aprender de ella, principalmente a respetarla y conocerla.

Desde niño trabajó como pastor trashumante y después gracias a los mil y un oficios que desempeñó y todos unidos al mundo natural. Una persona que ha tenido, desde mi punto de vista, la gran habilidad de ser un gran observador (fundamento primero de cualquier naturalista que se precie).

Aquí queda el agradecimiento a una persona, que como otras muchas no tan conocidas, nos han mantenido entusiasmados por conseguir un mayor conociemiento de la naturaleza. ¡Que pena que no haya programas como los de Félix Rodríguez de la Fuente y su amigo Aurelio, que marquen a las nuevas generaciones, tal y como lo hicieron cuando yo era un crio!

Antes el campo estaba más habitado y había una mayor dependencia de la supervivencia del hombre con respecto a la naturaleza. Hoy todo parece que viene del cielo, como el maná, a veces no nos percatamos de como se nos va deshilachando esa unión vital con nuestro entorno. Algo entonces se morirá cuando a las nuevas generaciones, no hayamos sido capaces de transmitirles ésta necesidad de observar, respetar y amar a la naturaleza, como parte inherente a la propia existencia del ser humano.



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