domingo, 31 de mayo de 2009

Flores en nuestro césped

Un jardín sin flores es como un desierto sin oasis. La cantidad de especies que podemos elegir para colocar en nuestras macetas o en nuestro jardín es muy numerosa.

Hay plantas de flor de temporada – anuales o bianuales -, que una vez hayan dado flores, se morirán y a por otras, como las petunias, tagetes, salvia splendens, antirrinum o boca de dragón, ageratos, cosmos….. y otras plantas perennes, que estratégicamente colocadas y cuidadas, nos darán flores durante bastantes años – Agapantos o azucenas africanas, milenrama, heuchera o campamilla de coral, lirios, prímulas, clavelinas, crisantemos, aster….Sólo hay que visitar por estas fechas un buen vivero y disfrutar de su gran surtido de flores.
Foto pepenosela: Distribución de flores en el arriete.

En este caso, os presento la posibilidad de establecer un arriete de flor dentro de nuestro césped. Lo primero que haremos será buscar un lugar que durante la mañana o buena parte del día esté soleado (a la mayoría de nuestras flores les gusta el sol y si no lo tienen o están sombreadas se reduce el número de flores y su calidad).

Determinado el lugar le damos, en este caso una forma ovalada. Picar bien la tierra y mezclarla con turba, para aumentar el contenido en materia orgánica del suelo y mejorar las características del éste, especialmente para que no se encharque, posteriormente añadimos un abono sólido granulado, de liberación lenta.

Una vez trabajado el suelo, disponemos las plantas que vayan a colocarse en el arriete, pero sin sacarlas de la maceta, de esta forma podemos ir probando distintas composiciones. En el caso que os presento, hemos dispuesto en el centro del óvalo (que está ligeramente levantado para destacar todavía más la visión de las flores desde los ángulos que nos interesen), unas gazanias – flores anaranjadas y amarillas - que teniendo un porte no demasiado alto, no romperán demasiado la visión global del jardín y en la parte exterior la rodearemos con ageratos de flores azuladas.
2.- Finalizada la plantación se procede a su cubrición con turba.
Terminaremos la operación, cubriendo todo el suelo con un manto de turba, esto hace que destaque más el arriete y principalmente nos va a evitar durante la etapa de implantación de las flores aparezcan demasiadas malas hierbas, ya que esta turba crea una especie de acolchado que cuando se seca después del riego, forma una costra que evita durante un tiempo la proliferación de las plantas espontáneas.
3.- Arriete de flores termninado.
Aunque parezca algo desvestido, tener paciencia y esperar al desarrollo final de las plantas. Dentro de un mes le hago otra foto para ver el resultado definitivo.
"La paciencia debe ser un don en un jardinero, así como su capacidad para ver el resultado final de cualquier diseño"

martes, 19 de mayo de 2009

La leyenda de la ermita de San Benito.

Javifields me ha hecho recordar la historia de la ermita de San Benito


Según la tradición San Caprasio nació en Agen (Francia), allá por el siglo IV, ordenado sacerdote por el obispo Olimpo, tuvo que huir perseguido por los decretos anticristianos de Diocleciano. Así llegó a Farlete, en una de cuyas cuevas se instaló para hacer vida de anacoreta. Al enterarse de que su paisana Santa Fe había sido martirizada, le pidió a Dios que, si le juzgaba digno para seguir el mismo camino, le diera una señal. Brotó agua de aquella áspera peña y viendo en ello la señal divina, volvió a Francia, convirtió a Primo y Feliciano, siendo martirizado junto a ellos. Sus cuerpos insepultos fueron recogidos por el obispo de Agen y enterrados en la iglesia que los cristianos edificaron en honor de Santa Fe.
El santo tuvo culto en varios lugares de la provincia oscense: en Sobrarbe y Ribagorza, en Santa Cruz de la Serós en la Jacetania, y en la divisoria entre Sobrarbe y el Somontano de Barbastro, cerca de Lecina.
La verdadera historia surge durante la vida de eremita que llevaba San Caprasio en Farlete. La rivalidad de los pueblos vecinos (de cualquier lugar) ya se cultivaba en aquellos tiempos y sigue viva en nuestros días. Los vecinos de Monegrillo no podían superar el hecho de que Farlete dejara relegado en un segundo plano a su pueblo, así que buscaron una forma de competir con el pueblo vecino.

Vivía en el pueblo un zagal llamado Miguel, que quedó huérfano a temprana edad y que de alguna manera había sido adoptado y mantenido por los del pueblo. Su disposición para hacer cualquier favor o trabajo era digna de elogio y aunque siempre bien dispuesto y de carácter extremadamente afable, no se le podía mandar cualquier cosa, puesto que las luces con la que vino al mundo no le alumbraban demasiado.



La vida a Miguel le cambió de la noche al día, cuando la asamblea de vecinos de Monegrillo, decidió que debía ser él, la persona elegida para competir con San Caprasio, del que decían que obraba milagros.
Dicho y hecho, el pueblo se puso manos a la obra y lo primero que hicieron fue construir no muy lejos de Monegrillo una ermita en la que viviría Miguel. Paralelamente y de mano de una beata, el muchacho recibió ilustración sobre la vida de Jesús y los milagros que obraba, no sólo Él, sino las distintas personas que siguiendo su camino le rezaban constantemente, y que sin ir mas lejos allí mismo en Farlete había un tal Caprasio que lo estaba consiguiendo y si aquel podía hacerlo, como no iba a conseguirlo Miguel, que encima era del lugar y no un extranjero como el otro. De esta forma y manera pudo embelesar y aturdir la mente del joven aquella beata, hasta el punto que Miguel pronto empezó a entender cual era desde ese momento su destino.

Sus nuevos atuendos y el pasar a vivir a aquella ermita para habitarla él sólo, no le hicieron ninguna gracia, pero la posibilidad de poder obrar milagros para beneficiar a quien lo necesitara le pareció excitante. Los vecinos del pueblo se turnaban diariamente para llevar a Miguel algo de comida y controlar su comportamiento.
Al poco tiempo ya eran muchos los días en los que encontraban a Miguel postrado boca abajo sobre el suelo y repitiendo sin parar las distintas oraciones que en su día aprendió.

¡Ya habían conseguido lo más importante! Sólo quedaba extender la noticia de su existencia y de inventar los parabienes que concedía aquel muchacho, que ya mas demacrado y con una prominente barba rubia, ya no era reconocible por quien antes lo conociera. Sólo hubo que acudir dos o tres veces a Farlete a visitar a San Caprasio, para el que muchos días se concentraba una gran cantidad de peregrinos y allí esperando ser recibidos por el Santo, sembraban sus palabras los de Monegrillo: “¿No habeis oído hablar del bendito ermitaño que vive cerca de aquí?” “Dicen que obra curaciones de todo tipo y también dicen que torna bueno a aquel que mantiene su mirada”.¡Es bendito, es bendito…Benedictus, benedictus..!” Benito fue el nombre que quedó el cabeza de aquellos que escuchaban.

En poco tiempo, Miguel empezó a recibir a aquellos más impacientes, cansados de esperar turno en la ermita de San Caprasio. Él atendía y escuchaba a todos, compartía con ellos su comida y les encomendaba a Dios, bajo los nada entendibles rezos, que por suerte siempre terminaban igual, en un “benedictus Domine. Amen”. Miguel pasó a llamarse Benito por denominación popular y a él le pareció bien aquel nombre.
Foto del lado sur de la ermita.

Las bondades de éste quien llegaría a ser santo, comenzaron el día en que un peregrino se dirigió a Benito para llamarle farsante y estafador, pues no se le habían curado sus artrósicas piernas, echándole además en cara que nunca había realizado ningún milagro, por lo menos San Caprasio había sido capaz de sacar agua de entre las rocas. Desde aquel momento Benito canceló las visitas de los peregrinos, con el pretexto de que necesitaba dedicarle más tiempo a Dios. Él mismo llegó a pensar que realmente era un farsante. Pero la presión de los vecinos de Monegrillo, le hizo recobrar la esperanza.

Pasó varios días encerrado, sin querer ver a nadie y sin probar bocado. Pedía a Dios que le concediera la misma gracia que a San Caprasio y en un estado de delirio, con una vara de sabina entre las manos, salió al sexto día, golpeando a diestro y siniestro las rocas del lugar para que manara agua. El agua no aparecía por ningún sitio, cayó desfallecido al suelo y mirando el rojizo sol del atardecer, rogó a Dios con toda su fuerza, lloró de impotencia, de rabia y lo peor es que sentía como su fe se le escapaba por los poros. Con idea de retirarse, ya vencido a su morada a descansar, se arrodilló lenta y torpemente, clavó su estaca en el suelo para ayudarse a levantar y de forma milagrosa el agua empezó suavemente a brotar sobre la base de su bastón.

Desde entonces al lado de la ermita, se puede contemplar una balsa de agua que los ganaderos de la zona han utilizado durante siglos para dar de beber a sus ovejas. No te olvides de visitar esa balsa cuando vayas a la ermita de San Benito (está a menos de cien metros).


Foto de la balsa al lado de la ermita de San Benito.


En cuanto a Benito, decidió dejar el lugar e ir a conocer otras tierras. Dicen que estuvo en San Juan de la Peña y que anduvo siguiendo el camino de Santiago, algunos se aventuran incluso a decir que en su trayecto por las tierras de la Jacetania, fue apresado y martirizado junto a Santa Orosia, la que es actualmente la patrona de Jaca.

lunes, 11 de mayo de 2009

Plantas medicinales en el jardín


Son muchas las plantas que ofrecen remedios paliativos y curativos, desde hace muchos miles de años el hombre viene utilizando distintas partes de la planta para tratar determinadas patologías. Los primeros escritos se remontan al tiempo de los sumerios o los egipcios, con Imotep. La mayor parte de los actuales medicamentos se basan en formulaciones extraídas de sustancias producidas por las plantas, sólo hay que pensar en la famosa aspirina (ácido acetil-salicílico), producto de síntesis derivado de la corteza del sauce.
Foto pepenosela de lavanda y romero.
En nuestro jardín podemos tener una buena colección de plantas medicinales, desde las aromáticas más comunes como la melisa, la menta, el romero, el tomillo, la lavanda (principalmente valiosas para afecciones broncorespiratorias, otras como digestivas o antiespasmódicas) o salvias de cuyas virtudes en la Escuela de Salerno se llegó a decir:”Cur moriatur homo cui salvia crescit in horto? (¿cómo va a morir un hombre que tiene salvia en su huerto?), hasta pasar a plantas medicinales de alto poder tóxico o venenoso de algunas partes de la planta o de su integridad como la Adelfa, la Datura stramonium, Amarillis, Melias, Espuelas de caballero, Don diego de Noche, el Durillo, Boneteros, Acebos, Hiedras, Digitaria…..
Foto de fruto de euonimo o bonetero.

No es recomendable utilizar plantas de las cuales desconocemos sus efectos, hay demasiada palabrería y escaso control de las hierbas que podemos encontrar en mercadillos o recoger por nuestros propios medios, sin siquiera saber si la planta que recolectamos es la especie que deseamos y si sus virtudes son las que en cualquier lado pueden encontrarse.
Todo esto para decir que hay que ser muy cautos en el uso de éstas plantas y que muchos se han llevado algún que otro disgusto por ignorancia o exceso de credulidad en la búsqueda de hierbas milagreras. En mi caso, me encanta el té con los brotes de menta del jardín, que además de ser un buen digestivo le da un sabor único, o utilizar los gargarismos de cocción de tomillo para llagas en la boca o ligeros catarros, o el agua de romero para evitar la caída de pelo en las mujeres. (porque el mío ya tiene poco remedio), pero si reforzarlo con hojas y flores crudas de capuchina mezcladas en la ensalada.
Foto de flores de ricino. Sus frutos son extremadamente tóxicos.
Sólo queda descubrir la planta de la eterna salud.¡Cuanto daría yo por cultivarla y mimarla para poderla regalar al mundo entero!

lunes, 4 de mayo de 2009

Aragón, un paisaje a vista de pájaro





Es increíblemente espectacular ver como cambia el paisaje de Aragón, en unos pocos minutos y a lomos de un avión. Entramos cruzando los Pirineos con sus cumbres nevadas, cadena montañosa que evita que los vientos húmedos del Atlántico pasen nuestras fronteras, así que de hayedos frondosos y abetales, pasamos a zona de pinares, encinas y jaras, para poquito mas allá tropezarnos con una segunda barrera montañosa: “El Prepirineo”, servida de Sierras como Santo Domingo, Loarre, Javierre, Belarre y Guara entre otras, que terminan de secar el aire y dejar un paisaje de erizones, coscojas y romeros, repartidos entre bosquetes de pino carrasco, en su mayoría reforestados.


Fotografía de los Pirineos.



Se acaban los grandes relieves y sobre los pobres montes, se retuercen sobre sus vaguadas los serpenteantes campos de cereal, que dibujan formas sorprendentes y que mueren en la enorme ribera del Ebro, donde parece que ha sido el viento y no el agua quien ha socavado el paisaje. El eterno “Cierzo”, viento del Noroeste convertido en el fiel mensajero que hermana los mares Cantábrico y Mediterraneo.
Los áridos secanos se reconvierten en un precioso y próspero manto verde de huerta que acompañan a las orillas del río Ebro, que lo podría ser más si por “sentido común” se hubiera hecho la concentración de todo su regadío.

Foto de los recien labrados campos de secano.

La visión termina aterrizando en el amplio aeropuerto de Zaragoza, del que no hemos sido capaces de convertirlo en el nudo de comunicaciones que se merece. Situado sobre tierras resecas de yeso y arcilla, desciendo del avión para volver a proponerme el conocer con mayor detenimiento los rincones de esta vasta y hermosa tierra que es Aragón.

Fotografía de la ribera del Ebro


Aquí queda el viaje a mitad de camino, para el siguiente "post" hacerlo hasta Teruel, que también existe.