sábado, 23 de octubre de 2010

Gorriones en la ciudad, incluso blancos

Según datos de SEO/Birdlife en un estudio de esta organización ha revelado que hay cerca de 150 millones de gorriones comunes (passer domesticus) en España, pero que sufren un declive del 0,6% de media anual. Es decir, cada temporada desaparecen de nuestro país, aproximadamente, un millón de estas aves. Solo en Madrid, son 14.000 cada año los que desaparecen. Los estorninos y los vencejos son otros de los que están en el punto de mira.

Los gorriones sufren una acumulación de contaminantes en sus tejidos. Esto hace que sean presa de enfermedades que antes no atacaban a su especie y no es por las causas de competencia con las palomas y las cotorras, según esta misma fuente (yo pienso que sí existe una competencia con palomas, cotorras y estorninos – no tanto por el alimento, pero si por los puntos de anidamiento).






Foto en Madrid de palomas y gorriones compartiendo comida.


Yo he visto a los gorriones peleando por la comida con las palomas, es posible que cada vez sean menos fieros, de hecho, mi padre me cuenta que cuando él era joven, veía a los gorriones que estaban criando comerse a las abejas (es conocido el hecho de que los gorriones se hacen insectívoros en época de cría, o cuando no tiene otra cosa que comer).

Me sorprendió mucho el haber visto, el otro día y por primera vez, un gorrión de plumaje blanco en sus alas y dorso, lo comenté con mi amigo Jesús quien me contestó que el vio hace varios años un gorrión similar.


Foto de pepenosela: Cotorra argentina, comiendo semillas de Diente de león (taraxacum officinale), los gorriones también se alimentan de ellas.

Se nos ocurrieron un montón de hipótesis sobre este fenómeno:

La más divertida es la de pensar en que este gorrión “blanqueado” se anticipa a sus congéneres respecto al cambio climático y prevé un periodo de glaciaciones muy próximo, quizás se inicie este mismo invierno.

Aquí os dejo unas fotos, algo regulares por la falta de luz y la distancia a la que se encontraba. Debía sentirse distinto, pues aunque andaba con los de su especie, era menos gregario y más desconfiado que el resto. ¡La Naturaleza se mueve, se mueve, avisa, avisa!.