Es increíblemente espectacular ver como cambia el paisaje de Aragón, en unos pocos minutos y a lomos de un avión. Entramos cruzando los Pirineos con sus cumbres nevadas, cadena montañosa que evita que los vientos húmedos del Atlántico pasen nuestras fronteras, así que de hayedos frondosos y abetales, pasamos a zona de pinares, encinas y jaras, para poquito mas allá tropezarnos con una segunda barrera montañosa: “El Prepirineo”, servida de Sierras como Santo Domingo, Loarre, Javierre, Belarre y Guara entre otras, que terminan de secar el aire y dejar un paisaje de erizones, coscojas y romeros, repartidos entre bosquetes de pino carrasco, en su mayoría reforestados.
Fotografía de los Pirineos.
Se acaban los grandes relieves y sobre los pobres montes, se retuercen sobre sus vaguadas los serpenteantes campos de cereal, que dibujan formas sorprendentes y que mueren en la enorme ribera del Ebro, donde parece que ha sido el viento y no el agua quien ha socavado el paisaje. El eterno “Cierzo”, viento del Noroeste convertido en el fiel mensajero que hermana los mares Cantábrico y Mediterraneo.

Foto de los recien labrados campos de secano.
La visión termina aterrizando en el amplio aeropuerto de Zaragoza, del que no hemos sido capaces de convertirlo en el nudo de comunicaciones que se merece. Situado sobre tierras resecas de yeso y arcilla, desciendo del avión para volver a proponerme el conocer con mayor detenimiento los rincones de esta vasta y hermosa tierra que es Aragón.
Fotografía de la ribera del Ebro
Aquí queda el viaje a mitad de camino, para el siguiente "post" hacerlo hasta Teruel, que también existe.