Un sábado para el encuentro

Este sábado organizamos en la ermita de San Benito de Monegrillo una jornada lúdica para los chicos y chicas de la Fundación CEDES de Zaragoza. Acudieron junto con sus familias a conocer el pueblo: La Casa Panivino, los observatorios astronómicos, sus calles y su gente. Mientras esto acontecía, en la ermita se realizaban todos los preparativos culinarios para elaborar un buen rancho y carne a la brasa (costillas de cordero, panceta, chorizo, longaniza), para rematar en el postre con "farinosos de Monegrillo"(una delicia del lugar).

Foto de la Ermita de San Benito, del siglo XVI, con Fernando, Nacho y Pepe tapando su vista (de dcha a izda.)

En Monegrillo formamos una Asociación - APIMIS- que tiene el propósito de colaborar en el desarrollo del pueblo y principalmente comprometida en la integración de chicas y chicos disminuidos. Una Asociación que funciona exclusivamente por el entusiasmo y bondad de las personas que la integran.Así que con las ganas de conocernos todos un poco mejor, celebramos en la ermita de San Benito la susodicha comida, donde a su finalización se realizaron montones de actividades para seguir disfrutando de un día que quedó soleado, tanto por el brillo de nuestro Astro, como por la calidez humana que iba aflorando conforme hablábamos unos con otros y jugando con los chavales a todo tipo de juegos , amenizados por sus monitores y monitoras.

Es preciso que desde aquí, dé públicamente las gracias al Ayto. de Monegrillo y a su alcalde Alejandro, que también vino a compartir el evento, a CEDES por acceder a nuestra iniciativa, a las personas que dedicaron su jornada a preparar la comida - Pilar Maza y Félix, Elisa de Farlete, Jesús, Trini y Jesús, Pilar madre y Pilar hija con Fernando y Nano y al guía Nacho. Valorar el entusiasmo y trabajo de los más mayores, ya que la media de los que andábamos por la cocina debía de estar en torno a los 70 años. Ellos sin quererlo se convierten en el el alma de éstos eventos.

Con todos los ingredientes listos, la fiesta se convirtió en única.

Pequeños y mayores disfrutando de los juegos de pelotón y saltando a la comba.
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Las madres de tertulia.

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¡Y la comba que no paraba!

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Los que no podían levantarse después de semejante comida, tenían que observar a la sombra del olivo.

Y con las ganas de repetir la experiencia, nos despededimos con la mutua gratitud de unos por el recibimiento y el de otros por haber asistido. ¡Gracias a todaaoos!