lunes, 7 de febrero de 2011

Inteligencia verde

Las plantas, después de millones de años de evolución y el hombre descubriendo poco a poco sus funciones, se ha dado cuenta de que conversan unas con otras, luchan y se defienden de sus enemigos, eligen donde vivir. Reaccionan a las infecciones y se quejan cuando las hieren. Encuentran simbiosis con bacterias nitrificantes y con hongos, interactúan con los insectos para ser polinizadas, desarrollan los mas complejos diseños de frutos y semillas (que luego el hombre desarrolla como inventos- el belcro, diseño de las palas de turbinas, medicamentos….).


Son muchos millones de años evolucionando y muchos los ejemplos que nos llevan a pensar que hay algo mas en las plantas que no acertamos a entender, quizá porque hayamos centrado hasta hace bien poco en sus funciones básicas como la fotosíntesis, el crecimiento, la floración y poco mas.

Científicos del Instituto Max Planck de Química Ecológica, de Alemania, dirigidos por Ian Baldwin, apodado como el "hombre que susurra a las plantas", trabajan desde años para descifrar las distintas formas de "dialogar" que emplean los vegetales.

Un botón como muestra:


Muerte de kudús en el sur de Africa: Las acacias, un árbol extendido por todo el mundo, son especialmente comunes en África y Australia. Lo que no sabía es que estos impresionantes árboles cuentan – según descubrió un profesor de la Universidad de Pretoria – con un mecanismo de alarma para advertir a sus congéneres de la llegada de herbívoros.

Cuando los antílopes comienzan a ramonear las hojas de una acacia, el árbol emite al aire una señal de etileno gaseoso a través de los poros de sus hojas. Esta señal viaja hasta 45 metros avisando a otros árboles cercanos de la presencia de herbívoros. Una vez recibida la señal, las acacias comienzan a producir tanino en sus hojas en cantidades que resultan letales para los antílopes.

La jirafa se alimenta tambien de acacias, come unos cuantos brotes de un árbol y no vuelve a comer de otro árbol hasta que no se ha alejado lo suficiente y en contra del viento. De esta forma evita la toxicidad inducida entre las acacias.

Por cierto, no hace falta irse a África para contemplar esta clase de comportamientos. Hace 25 años, el científico francés Paul Caro descubrió que los robles responden de una forma similar al ataque de las orugas. Los robles que eran atacados por las orugas parecían tener dosis de taninos más altas en sus hojas, una sustancia que mataba a la mayoría de las larvas.








El próximo paso en la evolución del hombre: Tener una piel verde (llena de cloroplastos) que le permita realizar la fotosíntesis, así con unos cuantos tragos de agua y un puñado de tierra mineralizada poder desarrollar su propio alimento, mientras nos exponemos un rato al sol. Pero tal y como somos, seguro que no faltarían individuos, que como la cuscuta, estarían dispuestos a vivir a costa de sus semejantes.
Foto de T.M. Jones











Montaje de pepenosela: El bebe  vegetal

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