jueves, 3 de septiembre de 2009

Montes y campos que no pueden llorar.

Estamos pasando uno de los veranos mas secos que recuerdo desde lo años 90. Ningún temporal que con sus aguas, alivie la sed de millones de plantas sobreviviendo o dejando su último aliento de vida sobre hojas ya resecas.


Foto de pepenosela de un castaño de indias, pasandolo bastante mal y suerte que tiene riego.

El monte era y es un polvorín. En unos casos la propia Naturaleza y en otros la naturaleza destructiva de los pirómanos, han hecho que en Aragón este año haya sido unos de los mas trágicos en cuanto a incendios, con mas de 20.000 Has. de monte abrasadas.



Sobre este asunto poco hay que añadir, pues en marzo del 2008 ya comentaba cual hubiera sido una solución parcial a la crisis del ladrillo o Plan de Empleo F de “Fuego” – cuadrillas de desempleados limpiando y preparando el monte para evitar, lo a veces inevitable, pero en cualquier caso reducir el tamaño de los incendios. El incendio del campo de tiro de San Gregorio que acabó con mas de 5.000 has: ¿Cómo es que no tenía un perímetro limpio de árboles y arbustos de 10 metros de ancho? ¡Increible!

Los agricultores que viven del tiempo, han visto como grandes pedregadas acababan con sus cosechas o cuando una lluvia desmedida anegaba sus campos y con ellos sus cultivos o la preparación de los barbechos para la nueva siembra de este año, se comía el acero de sus arados a golpe de polvo.

Hemos tenido que dar de beber a las abejas para que no murieran y al menos abrir un paréntesis hasta el otoño, pero sino hay agua tampoco hay flores y si no hay flores no hay alimento para éstos insectos, así que también ha sido necesario darles de comer de sus propia miel de años anteriores para evitar su muerte.

Y como a las abejas, a los sufridos olivos ha sido necesario darles de beber para evitar su muerte.


Foto de Marta y Carlos regando olivos en agosto.



Ni el monte ni el campo tienen una mísera gota de agua para llorar, guarda su impotencia en el interior de retorcidas raíces y resecas arcillas que se agrietan formando pequeñas bocas que suplican al cielo ¡Agua! , y al hombre que lo pisa le pide que no siga especulando con el.

3 comentarios:

Akaki dijo...

Sabía que escribirías una entrada sobre los incendios, después de como ha sido este año por alli, y también en otros lugares claro. Es un desastre.
Yo cada vez que bajo a ver el río que está al lado de las colmenas de mi abuelo y lo veo totalmente seco, con las grietas como dices, es un poco triste...

un saludo

Pepe Nosela dijo...

Hombre Akaki, ¡Que sorpresa tan grata!. En buen sitio tiene tu abuelo las abejas, la experiencia es un grado. Espero saborear algún día la miel de tu abuelo. Podemos hacer un intercambio!

Akaki dijo...

Jeje, pues si, no es mala idea!