Faltaba
un mes para que en el pueblo de Negrillo se celebrara “La carrera de caracoles”, los
niños de la aldea estaban especialmente emocionados por el evento,
especialmente un niño llamado Nano.
Los
niños buscaban caracoles por los alrededores del pueblo y los entrenaban con
sumo interés para el día de la carrera que
se celebraba cada cinco años.
Nano
era un chico especial, con una sensibilidad singular para percibir las cosas,
muy por encima de los demás. Su forma de ser, era demasiadas veces objeto de
burla, incluso rechazo por parte de algunos de sus vecinos, pero aquel
año estaba dispuesto a demostrar que podía ser, sin duda, el ganador de tan singular carrera.
La
mayoría de los chicos cogían los caracoles que se encontraban por los
alrededores del pueblo. Los chicos que mas se metían con Nano (los más
macarras), se decidieron por buscar aquellos caracoles que fueran más grandes y
gordos, con el convencimiento de que esos iban a ser los mas veloces.
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Los caracoles enormes. Foto de la chachiopedia
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Nano observaba con curiosidad como cada uno elegía el caracol que iba luego a entrenar, él se
dedicó a ir a la parte más alejada del bosque. Caminó durante toda la mañana
hasta llegar a una claro donde había una verde pradera llena de flores, cerca
de un arroyo, allí pudo observar cómo unos caracoles de concha más oscura que los
que vivían cerca del pueblo, se deleitaban paseando por la húmeda hierba.
A
Nano le encantaba tirar piedras, por eso se puso junto al arroyo y se dedicó a
su mayor placer, lanzar las piedras de la orilla allá donde le pareciera. Eso
si, sin molestar a sus amigos los animales.
Lanzando
piedras al aire sus ideas se ordenaban y tomaban formas singulares y por eso
pensó que coger un caracol y llevárselo a su casa no estaba bien, así que
prefería explicar primero a los caracoles lo que quería hacer: “ Demostrar a la
gente que ser diferente no debía ser objeto de risas ni tratos especiales”.
Nano
se acercó lentamente al lugar donde tres caracoles tomaban plácidamente el sol
y con voz muy suave les pregunto que cual de ellos estaría dispuesto a
participar en la carrera de su pueblo. Los caracoles escucharon atentamente
y luego con entusiasmo respondieron que todos ellos estarían dispuestos a
ayudarle.
El
caracol más mayor de los tres, decidió, que puesto que sólo uno de ellos podía
competir, debía ser el caracol de puntos blancos quien participara en la
carrera, pero que era preferible que fueran los tres para preparar bien la
competición y ayudar también al chico en su entrenamiento.
Nano,
con una enorme alegría, recogió suavemente a los tres caracoles en su mano y
los depositó en su zurrón, junto con un manojo de hierbas frescas, por si
tenían hambre durante el regreso a su casa.
Todos
los chicos tenían ya a sus caracoles en casa y se afanaban en darles de comer
trozos de hoja de lechuga y acelga que encontraban por los huertos del pueblo,
para que se hicieran lo más rápidos posible.
Aquellos
de la cuadrilla que habían buscado los más gordos del lugar estaban entusiasmados,
viendo cómo sus caracoles devoraban todo aquello que les daban, incluso trozos
de patata.
Nano
llegó a su casa cuando casi empezaba a anochecer, sus padres habían estado muy
preocupados por su tardanza, sabiendo que el resto de chicos, hacia rato que
habían regresado a su casa con el correspondiente caracol. Nano enseñó a sus
padres los caracoles que llevaba en su zurrón y les explico con una enorme
sonrisa todo lo que había hablado con
ellos.
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El caracol de Nano. Foto de la chachipedia
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Quedaba
sólo una semana para la gran carrera, Nano iba todos los días al prado del
bosque a buscar aquellas hierbas que le decían los caracoles, le hacían buscar
unas hojas de una planta aceitosa que crecía junto a la cascada del arroyo, esa
era la planta que debía comer el caracol de puntos blancos para hacer que fuera
más resistente y rápido en la carrera. Por la tarde entrenaban en el patio de
su casa dando vueltas alrededor de un montón piedras, que el padre de Nano
tenía preparado para que a su hijo no le faltaran nunca. Mientras el caracol de
puntos blancos daba giros y vueltas los otros caracoles le animaban y le iban
dando trozos de hoja de la planta aceitosa, Nano aplaudía y sonreía a los
caracoles, estaba especialmente feliz al ver la velocidad conque aquel caracol
rodeaba su querido montón de piedras.
Llego
el día de la carrera y todos los chicos y chicas del pueblo, llevando en una
cajita cada uno su caracol, se reunieron en la plaza a la hora señalada por el
alcalde. La banda empezaba a tocar una melodía muy alegre.
Nano
estaba muy nervioso, salió de su casa con su cajita y su caracol de puntos
blancos en su interior, teniendo que dejar al resto en su casa. El caracol de
Nano le decía al chico que no estuviera nervioso, que todo saldría bien e iban
a ser ellos quienes ganaran la carrera. Para calmarse, se paró un momento a
tirar unas cuantas piedras al aire y empezó a encontrarse más tranquilo.
Había
llegado el momento mas emocionante, la salida. Todos los chicos y chicas del
pueblo habían colocado sus caracoles en la línea de salida. Los caracoles debían
dar una vuelta entera a la plaza a
través del circuito de tablas que habían preparado. La tierra del suelo se
había humedecido para que los caracoles no se deshidrataran durante la carrera.
Todo estaba listo, la gente del pueblo se había colocado estratégicamente sobre
los carros situados alrededor del circuito.
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Dos de los caracoles en plena carrera
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Un
golpe de campana fue la señal de salida, los caracoles mas grandes fueron los
que avanzaban más rápido, para júbilo de sus dueños, pero la alegría les duro
poco, ya que pronto se cansaron y empezaron a dar vueltas sobre si mismos. El
resto de caracoles iba siguiendo la línea de tablas, que había sido impregnada
de zumo de lechuga. El caracol de puntos blancos de Nano se encontraba algo
retrasado, lo que puso al chico más nervioso de lo que ya estaba. Cuando los
caracoles llegaron a la mitad del recorrido la marcha se ralentizó, pero para
sorpresa de todos, fue el caracol de Nano quien empezó a sacar una baba
aceitosa de color amarillento, era resultado de su alimentación, así que en lugar
de desplazarse sobre la baba blanca pegajosa que segregaban los demás y que les
ralentizaba el movimiento, el caracol de puntos blancos se deslizaba
rápidamente sobre el aceite, cogiendo una velocidad increíble y dejando a
todo el pueblo con la boca abierta, el caracol de Nano cruzó la línea de meta
sacando una gran diferencia con el resto.
¡Había
ganado! ¡Los aplausos fueron incesantes! Nadie había visto hasta entonces a un
caracol correr tan rápido. La fiesta duro todo el día y gran parte de la noche.
Desde
aquel día la gente se interesó por conocer a Nano y ver que era un chico
fabuloso y sin duda con un don especial.
Nano
había conseguido ganar una dura batalla. Esta de la “Carrera de Caracoles” no
fue la única.